Por cuanto hacía más de dos años que en la provincia se presentaban en los perros frecuentes casos de rabia, mal de que habían muerto varias personas, el Gobernador interino José Antonio de Oriamuno publica un bando por el cual ordena a todos los vecinos que procedan inmediatamente a ahorcar sus perros. Tan sólo podrán conservar uno los que viven en los campos, teniéndolo encadenado o entramojado todo el día y pudiéndolo soltar desde las nueve de la noche hasta el amanecer. Dice el bando que en Cartago había una muchedumbre de perras.